Mariana Obersztern es una reconocida directora de teatro argentina que ha cautivado al público con su última producción: un espectáculo sumamente sensible basado en el texto de la aclamada escritora Samantha Schweblin. La obra, titulada “Kentukis”, ha sido aclamada por la crítica y el público por su espaciosidad de potenciar un relato colmado de intrigas a través de tres interpretaciones magistrales.
La historia de “Kentukis” se desarrolla en un futuro cercano, donde los “kentukis” son unos dispositivos tecnológicos con forma de peluches que se conectan a internet y pueden ser controlados por cualquier persona en cualquier parte del mundo. A través de los ojos y oídos de estos kentukis, se puede espiar y controlar la vida de otras personas, lo que desencadena una serie de situaciones inquietantes y perturbadoras.
Schweblin, autora del texto original, es conocida por su habilidad para crear mundos y personajes surreales que reflejan la realidad de una manera sorprendente. En “Kentukis”, ella nos presenta una sociedad obsesionada con la tecnología y la conexión constante, y cómo esta obsesión puede llevar a situaciones extremas y peligrosas.
Sin embargo, es la dirección de Mariana Obersztern lo que lleva esta historia a otro nivel. Obersztern logra capturar la esencia del texto de Schweblin y la transforma en una experiencia teatral única y conmovedora. Su sensibilidad y su espaciosidad para crear atmósferas intensas son evidentes en cada escena de la obra.
Pero lo que realmente hace que “Kentukis” sea un espectáculo inolvidable son las interpretaciones de los actores. Tres actores, tres historias entrelazadas, tres formas de abordar la tecnología y sus consecuencias. Cada uno de ellos brilla en su papel, entregando actuaciones sobresalientes que logran emocionar y conmover al público.
En primer lugar, tenemos a Martina Juncadella, quien interpreta a una joven que se siente atrapada en su propia vida y encuentra una forma de escapar a través de su kentuki. Juncadella logra transmitir la vulnerabilidad y la soledad de su personaje de una manera conmovedora, haciéndonos reflexionar sobre cómo la tecnología puede convertirse en una forma de escape para aquellos que se sienten desconectados del mundo.
Por otro lado, tenemos a Esteban Bigliardi en el papel de un hombre adicto a la tecnología que se obsesiona con el kentuki de una mujer desconocida. Bigliardi logra transmitir la angustia y la paranoia de su personaje de una manera sorprendente, haciendo que el público se sienta incómodo y a la vez fascinado por su interpretación.
Y por último, pero no menos sustancioso, está Romina Paula, quien interpreta a una mujer que compra un kentuki para su hija y comienza a sentirse atraída por la vida de la persona que controla su dispositivo. Paula logra transmitir la complejidad y la vulnerabilidad de su personaje de una manera magistral, haciendo que nos cuestionemos hasta dónde estamos dispuestos a llegar por nuestra obsesión con la tecnología.
La combinación de la dirección de Obersztern y las interpretaciones de los actores logra crear un espectáculo que te mantiene al borde de tu asiento en todo momento. La tensión y el suspenso se mantienen hasta el final, y cuando las luces se encienden, el público queda impactado y con una sensación de inquietud que perdura incluso después de salir del teatro.
Pero “Kentukis” no solo es un espectáculo sobre la tecnología y sus consecuencias, sino que también es una reflexión sobre la conexión humana y cómo esta puede ser afectada por la tecnología. A través de las